Desde que
me quedé embaraza siempre pensé que yo quería parir a mi hijo. Iba a ser YO la
que lo trajera al mundo, podía haber una matrona o un médico observando el
proceso, pero no iban a parir a mi hijo por mí. Busqué mucha ayuda, en muchos
sitios (puedes leer más aquí) y conseguí traer al mundo a mi hijo cómo yo
quería. Ésta es la historia de mi parto.
El día
antes de mi fecha probable de parto, después de haber visto la segunda luna
llena del mes, o la luna azul (para los más románticos), nos metimos en la cama
pensando que nada iba a pasar. Todos decían que habría ‘avisos’ de que el día
esperado estaba cerca, pero yo no notaba nada nuevo… Los mismos calambres en
las ingles desde hace 2 semanas y poco más.
Amanecer en Miami el día del parto
A las 2 de
la mañana me desperté para ir al baño (una de las tantas veces que una embaraza
de 9 meses tiene que hacerlo) y note una contracción! Llevaba 4 meses con
contracciones preparatorias sin dolor, pero esto fue distinto. Qué emoción!
Será, no será? Otra… Si, si, si, esto tiene que ser. Después de pasar 2 horas
emocionada contando contracciones y minutos (y yéndome de vareta, para qué negarlo!) decidimos que todavía faltaba mucho. Tenía contracciones cada 10 u 8
minutos así que volví a dormirme hasta las 6 de la mañana. Ya estaba claro que
esto iba en serio, y aunque podía dormir entre contracción y contracción, me
despertaba con cada una de ellas. No eran especialmente dolorosas, pero tenía
que respirar y concentrarme para que pasaran tranquilas. A las 7 ya con el sol
fuera salí de la cama y no sin esfuerzo, comí algo y otra vez a la cama,
tumbada sobre un costado era como mejor me encontraba…
Después de
varias horas contando contracciones, esta vez cada 5 minutos, el dolor empezaba
en la barriga y se irradiaba a la espalda, justo a la altura de las caderas. En cada contracción necesitaba que alguien (en este caso mi
marido o mi madre) me presionaran en la parte baja de la espalda. Aunque en todo momento la situación era bastante llevadera, entre
contracción y contracción estaba como si tal cosa, hablé por teléfono con mi
Doula que me tranquilizaba. Intenté meterme en la bañera, pero no estaba tan
cómoda como tumbada sobre el costado! La peor parte de la contracción eran unos
segunditos, la subida y la bajada no eran tan molestas.
Desayunando después de 5 horas de contracciones
Después de
8 horas con contracciones todo lo más cada 5 minutos de repente la cosa bajó de intensidad, ya eran cada 7 u 8
minutos, así que me levanté (incluso pensando que la cosa podría llegar a
pararse del todo) y me moví un poco, volví a intentar lo de dilatar en la
bañera, y la siguiente contracción fue otra historia. Ya no servía lo de
respirar plácidamente a esperar que pasara lo peor, tenía que mugir cual vaca,
había que hacer ruido, no me preguntes por qué, pero sin el ruido la cosa se
ponía demasiado intensa. Rápidamente salí de la bañera (a mi el agua no me va!)
y me di cuenta de que había fisurado la bolsa. Otra contracción y la misma
intensidad ‘Al hospital todo el mundo, pero ya!!!’. Mientras me ponía un vestido
y unas chanclas, otra!! ‘Me da igual la bolsa del hospital, nos vamos, no
vamos!!’
El
viajecito en coche hacia el hospital fue sin duda el peor momento del parto.
Sentía perfectamente por donde iba la cabeza de mi bebé, iba diciéndole a mi
marido ‘Tengo la cabeza en el culo! Date prisa!!’ y en cuanto se me pasaba la
contracción y veía lo rápido que iba lo tranquilizaba ‘Da tiempo, da tiempo!’.
Que horror! Y mi madre y yo detrás agarrándonos al cinturón de seguridad!!
Llegué a pensar que no llegábamos, primeriza de mí! Como si no hubiera que
empujar a los niños para que salgan…
Por fin
llegamos al Hospital y tengo que decir que a pesar de haberme planteado
seriamente parir en casa cuando llegué al Hospital me sentí segura, y me alegró que haber esperado en casa, estuvimos en el hospital sólo 4 horas antes de que
naciera nuestro hijo. Allí me encontré con mi Doula y entré en el ala de
Maternidad del brazo de mi madre. Parándome a mugir por los pasillo en cada
contracción las enfermeras decían con el cachondeo ‘es el primero, no?’ ‘pasa a
triaje a ver cómo vas’. Cuando vieron que tenía la fuente rota y estaba de 5
centímetros se les cambió la cara y ni me pusieron los monitores a la
habitación corriendo. La enfermera por el camino me preguntaba si quería la
epidural y yo le dije que no. No contestó nada y
respetó mi decisión, no hubo amenazas de ‘para luego es tarde’ ‘después la
vas a pedir’ ‘no hay que hacerse la valiente’. Aunque me dijo (medio
disculpándose) que tendría que venir el anestesista a hacerme unas preguntas de
todas formas.
A partir de
aquí yo ya sólo hablaba si era estrictamente necesario, no porque no tuviera
nada que decir, sino porque necesitaba todas mis energías y mi concentración
para parir, el momento se acercaba y es un trabajo duro… De hecho no estaba muy
pendiente de lo que pasaba a mi alrededor, la mayor parte de las conversaciones
de enfermera, médico, marido, etc me las contaron después, yo y mi bebé
estábamos a lo nuestro.El médico
que estaba de guardia fue un capullo (con perdón). Quería moverme
por la habitación, eso acordé con mi médico, y no me dejó. Y como cariñosa
despedida me dejó una amenaza ‘En dos horas vuelvo, y si no has
progresado te pongo oxcitosina’. Tuve energías para contestarle y ponerle cada de pocos amigos!
Menos mal que mi Doula habló con mi médico hecha una furia, y mi médico llamó
al hospital para que me quitaran gotero y monitor, me dejaron levantarme para
ir al baño. Cuando lo vi aparecer por la puerta 1 hora más tarde me
terminé de quedar tranquila.
Mi médico
me pidió permiso para explorarme. Ya estaba de 9cm (y ni siquiera habían pasado
las 2 horas de la amenaza)!! Aunque me lo tuvo que repetir mi Doula que se dió
cuenta que yo ni flores de lo que estaba diciendo el médico. Dijo que si me
terminaba de romper la bolsa iría más rápido y como me fio de él le di permiso
para que la rompiera. Las contracciones
seguían, y no era dolor, era otra sensación mucho más poderosa, pero llevadera.
En ningún momento se me ocurrió pedir la epidural, no pensaba en ello. Pensaba
en mi bebe saliendo y en mi cérvix abriéndose y poco más. En seguida mi cuerpo
empezó a empujar solo con las contracciones, yo no quería! Mi Doula me dijo que
podía inflamarme el cérvix, que intentara respirar en lugar de empujar, pero
que si mi cuerpo empujaba que adelante! Y lo de respirar funcionó a medias… Mi
médico volvió y me dijo que podía empujar
(cualquier posición que quisiera).
Sin tener
mucha idea de lo que estaba haciendo empecé a empujar y me alegré mucho de no
tener epidural, primero, porque las contracciones dejaron de doler,
completamente! Segundo, porque con el último reconocimiento pude sentir (con la mano del médico) lo
dilatado que estaba mi cérvix y es una forma estupenda de motivarte y ver que
todo esta listo! Y tercero porque notaba perfectamente como avanzaba la cabeza
de mi hijo y como ayudarla a seguir adelante, y porque pude sentir como el
médico me indicaba con su mano 'no empujes contra esto, sino contra esto otro' (y
aunque fue incómodo, me ayudó mucho). Empujar fue complicado, no tenía ni idea de cómo hacerlo, me daba la sensación
de que no lo estaba haciendo bien y no encontraba una postura para empujar a
gusto. Es una lástima que no se pueda entrenar lo de los pujos… Es algo que requiere
entrenamiento y preparación! Tras varios empujones me entró un calor horrible y
empecé a quitarme el camisón del hospital (pero son unos malditos, con lazos y
botones raros por todas partes…), mi marido me prenguntó ‘Te lo quito’ y yo
asentí.
Por fin en mis brazos
Después de
1 hora mi médico preguntó si habíamos intentado la postura tradicional del
parto hospitalario, yo sobre mi espalda… Y no, yo la había evitada porque
estaba decidida a no parir así. Habíamos intentado todo lo demás y yo ya me
estaba desesperando de no ver ningún avance, así que nada, a tumbarse. Pero ni enfermeras contando ni indicaciones petardas! Y la verdad es que así
pude empujar de manera efectiva. Y ya estaba harta de empujar y cansada, con
ganas de llegar al final, así que empuje con todas mis fuerzas, sin importarme
el no ser capaz de relajar la boca y la mandíbula. Sabiendo que estaba
empujando para desgarrarme mal, pero ya ni me importaba! Y seguí empujando y
todo el mundo se puso muy contento de ver la cabecita, y me dijeron si quería
el espejo, pero pensé ‘y ver lo poco que avanza la cabeza con todo el esfuerzo
que estoy haciendo?? No gracias!!!’. Despues de 3 ó 4 contracciones me dijeron
que si quería tocar la cabeza y lo hice, pero aquello más que una cabeza
parecía un gajo de naranja, blandito y en media luna… Yo quería ver una
cabezota ya fuera!!!! Y a seguir empujando… No tenía dolores ni molestia, pero
estaba cansada y acalorada de empujar. Y llego el momento sobre el que tanto había
leído y que olvidé por completo ‘el anillo de fuego’ de la coronación, vaya si llegó… Entre
contracción y contracción le pedí a Dios que mandara otra contracción rapidito
para poder empujar, que escozor!!! Después de 3 contracciones pensando ‘ésta es
ya la última, por mi perineo que es la última!’ terminó de salir la cabeza y
con ella el resto de mi bebé (2 horas para empujar un bebé de 3kg255g).
En cuanto
salió lo agarre con mis manos y lo abracé, como ya he contando estaba en bolas
en el paritorio, así que fue piel con piel literal desde el principio. Estaba
más calentito mi hijo. Olía tan bien! Tan suavito con su vermis blanco! Y por fin lo tenía entre mis brazos! Que felicidad!
Me ha
quedado un post un poco largo, pero como resumir 15 horas de parto… Si quieres leer más historias de partos sin miedo te recomiendo el libro 'Nacimientos' ¿Cuál es tu historia?